Es un día cualquiera en la Ciudad del Callao…
La gente pasea normal por las calles, los niños riendo, los adultos conversando de la vida y otros temas, los adultos mayores sentados en la banquitas de la Av. Sáenz Peña hablando de tiempos antiguos y modernos. De pronto, todo cambia… en un abrir y cerrar de ojos la gente empieza a correr desesperada de un lado a otro, buscan refugio para ellos y sus hijos, se escucha el sonido de balas por todos lados, alguna que otra mentada de madre, finalmente se devela la escena, un joven de corta edad sobre la pista en un charco de sangre con una herida certera en el pecho que lo borra del mundo en instantes, un detalle mas, no era parte de ningún grupo de Atahualpa, o de Loreto ni mucho menos de Castilla, era un broder mas cuyo pecado fue caminar por una esquina que no debo transitar y a plena luz del día.
Así es el Callao de ahora señores, cubierto con el manto de la violencia presente que envenena su historia alegre, su tradición, el calificativo de ciudad fiel y generosa, asilo de las leyes y la libertad, cuando todas estas cosas están por los suelos debido a este cáncer que agobia la región desde hace tiempo y ciega además sus monumentos históricos al público, como el submarino Abtao sobre el mar, el cañón del Pueblo, el Real Felipe, Chucuito (que se parece a La Boca pero con sabor chalaco), entre otros.
El primer puerto del país, donde se gestaron hechos determinantes en nuestra historia, donde se libro la gran lucha por nuestra libertad en el Combate del 2 de Mayo, donde se peleo con orgullo en la guerra con Chile, donde se encuentra nuestra Marina de Guerra y el recuerdo de Grau aparece imponente, ese es mi Callao, de grandes hazañas y que tuvo la fuerza para salir adelante siempre.
Un faite retirado cuenta, mientras prende su pucho y deja que resalte su tatuaje en el brazo, que antes se podía caminar por el puerto tranquilo, comer un buen ceviche en el barrio de Castilla, cerca a la Iglesia Matriz y que solo una zona picante conocida eran Los Barracones. Ahora, el Callao se volvió una selva de cemento, donde el más fuerte sobrevive con un arma en el bolsillo y a punta de disparos que o te hacen que te mudes de distrito o que te quiten la vida por el motivo que sea.
Siempre hay una razón que amortigua las broncas y los robos, el glorioso Sport Boys, que une a bravos y a gente honrada, en un mismo estadio para cada mitad o fin de semana, alentar a todo pulmón para que “La Misilera” pueda ganar y salir campeón algún día. El Faite también estuvo ahí con la Juventud, con Callao Terror, pero ahora está con la barra fiel y generosa en Oriente, afanando a la Tía Poco Floro y agarrando de punto a la Pantera Rosa, mascota del equipo.
Callao querido, Callao valiente, al cual llevare siempre en mi corazón, que pases un feliz aniversario, que algún día las autoridades se pongan las pilas y acaben con toda esta ola delictiva, que la gente de afuera te vea como una ciudad alegre y no digan que no quieran venir por miedo o porque ya les contaron como es ahora.
Que esos chibolos que a temprana edad quieren agarrar un arma, mejor que hagan deporte en el Yahuarhuaca y estudien, y que piensen si su futuro es ser un profesional, un deportista reconocido, o un reo mas que no supo encontrar el camino y se tuvo que tropezar con la droga y con las malas juntas.
El Faite también piensa igual...